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Sin embargo, comer un gran desayuno en lugar de una comida más abundante al final del día no influyó en la pérdida de peso, según un nuevo ensayo clínico que comparó a las personas que consumían la mayor parte de sus calorías diarias en el desayuno con las que lo hacían en la cena.

Sin embargo, hay buenas noticias para los que consumen grandes desayunos. Si tu perdición es tener hambre todo el tiempo, comer mucho por la mañana podría ayudarte a frenar tu apetito, según el estudio.

La tasa metabólica de un cuerpo está determinada por la rapidez o lentitud con la que convierte las calorías en energía. Para perder peso, el cuerpo debe gastar más energía que las calorías consumidas. El ejercicio aeróbico es la forma más eficaz de quemar calorías, pero el entrenamiento de fuerza también es importante, dicen los expertos.

Esto se debe a que el músculo quema más calorías que la grasa, tanto en reposo como durante el ejercicio. Investigaciones anteriores, llevadas a cabo con grupos más grandes de personas durante periodos de tiempo más largos, han descubierto que las personas que consumen el mayor número de calorías por la mañana sí pierden peso.

Es posible que ocho semanas no hayan sido suficientes para que la pérdida de peso se observe en la nueva investigación, según los autores del estudio, o que otros estudios no hayan medido la composición corporal y el gasto energético de la misma manera. Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly.

This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information. Lewis Depois de um intenso debate filosófico com Owen Barfield iniciado em que durou muitos anos, C. Tags: C.

LEwis , Filosofia , humanidade. About Post Author Luís Fernando Pires Braga Advogado. Recent Comments Odilon Rocha Março 31, pm Responder Excelente assunto para debate e reflexão. guedesebraga Abril 2, pm Responder Obrigado Odilon pela observação.

A pós-cristandade de C. O conselho de C. Lewis para aqueles que vivem preocupados com o fim do mundo. This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish. Cookie settings ACCEPT. Fechar Privacy Overview This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website.

Los ojos sobre la espalda de una mujer también son sus propios ojos. Ellos son todo lo que ella ha visto en sus viajes y su regreso a casa. Ellos representan los diferentes roles que la mujer asume en los distintos lugares en que ha estado, cada ojo viéndola desde un ángulo ligeramente distinto.

Sentándose a escribir una mujer viste las ropas de cada uno de los diferentes roles que ha asumido y deja que todos los ojos de sus experiencias pasen a través de ella mientras contempla su vida e inicios para comenzar a escribir.

Yolanda Fundora destinó sus dibujos a ser autorretratos. Ella quería encontrar una forma de definir y de definirse a sí misma como una artista cubana de nacimiento que se ha dividido entre Nueva York y Puerto Rico. Ella quería, según dice, no tener que siempre categorizarse, así que decidió hacer a la mujer de un color que no existe en la vida real.

Un azul atardecer, mujer púrpura. Su cabello, sugiriendo un arcoíris de indecisión, un floreciente pavorreal andrógino, es multicolor-azul, rosado, morado, amarillo, blanco, negro.

Tras la mujer el sol se ha puesto, la luna se ha alzado y la punta de una isla, un país desconocido, hace señas desde lejos. La imagen también es un grupo de autorretratos según Yolanda Fundora. Ella lo dibujó hace unos años atrás cuando era parte de un colectivo de mujeres artistas en Puerto Rico.

Controversias y debates surgían todo el tiempo entre las integrantes del colectivo acerca de su rol como artistas. El mar de ojos reconoció las diferentes formas en que cada mujer ve el mundo, así como la complacencia de las mujeres a aceptar en lugar de aniquilar, una diversidad confusa de visiones.

Cuando la mujer está cuidando a otro, el mar de ojos ya no es nada a lo que temer. La visión artística de Yolanda encapsula el espíritu de este libro, el que trata acerca de ver la antropología a través de otros ojos.

Los ojos son los de aquellas mujeres que hacen sus escritos como antropólogas, conscientes de cómo su propia identidad es construida como femenina en una disciplina enraizada en machos meditando acerca de tierras extranjeras.

Enfocándose en el legado de los escritos antropológicos de mujeres y sobre los dilemas que las mujeres antropólogas encuentran como escritoras, este libro es único, pero está muy atrasado. Todos los ojos de hecho están sobre nosotras.

Computadores, no lo olvidemos, ensamblados por las delicadas manos de mujeres nativas de algún otro lugar. Este libro fue creado a partir de una crisis doble: la crisis del feminismo y la crisis de la antropología 2.

Es una respuesta de a dos proyectos críticos de , que emergieron de forma separada, como dos líneas paralelas destinadas a nunca encontrarse, pero que este libro está listo para unir. Sin adiestramiento académico, Moraga y Anzaldúa se preocupaban por pagar la renta mientras producían su libro, en el que encaraban a mujeres de color quienes no habían pensado en sí mismas como escritoras y participantes.

La publicación de esa antología en encendió el debate acerca de los predicamentos respecto de la representación cultural que sacudió la antropología norteamericana y que trajo una nueva conciencia de sí misma a la disciplina.

El propósito del libro era resaltar un punto increíblemente obvio: los antropólogos escriben. Y, más allá de eso, lo que ellos escriben, llámense etnografías- una extraña cruza entre una novela realista, un reporte de viaje, una memoria y un reporte científico- debe ser entendido en términos de poéticas y políticas.

Pero nunca antes se había tenido el poder de la retórica antropológica sometida a tan agudo y sofisticado análisis textual, extinguiendo cualquier chispa que quedara de la presunción de que las etnografías fueran transparentes espejos de cultura.

Solo Mary Louise Pratt, la única mujer colaboradora de la antología, y una crítica literaria ni más ni menos, se atrevió a preguntarse en voz alta si realmente es tal gran honor el ser nombrado dentro de los libros que los antropólogos escriben.

Mientras, las antropólogas y los escritos antropológicos de mujeres estuvieron decididamente fuera de esa agenda. Forzado a dar cuentas acerca de esta brecha por las críticas de una lectora feminista quien revisó el manuscrito del libro, Clifford hizo la ahora infame aclaración de que las antropólogas mujeres fueron excluidas porque sus escritos no cumplían con el requerimiento de ser feministas y textualmente innovadores Ser una mujer que escribiera cultura se transformó en un término contradictorio: las mujeres que escriben experimentalmente no son lo suficientemente feministas, mientras que las mujeres que escriben como feministas lo hacen ignorando la teoría textual que apuntala sus propios textos.

Siguiendo la visión de Gordon, Judith Newton y Judith Stacey habían elegido explorar en sus ensayos para este volumen precisamente las dificultades que experimentan los hombres para ubicarse en el feminismo, mientras tratan de evitar ser turistas, o peor, intrusos en terrenos de mujeres.

Después de eso, aquellas de nosotras que habíamos entrado en la antropología con el sueño de escribir y habíamos tenido nuestras alas recortadas por no haber sido suficientemente analíticas tomamos el lápiz con un fervor que nunca nos permitirá de nuevo esconder nuestros destellos de visión bajo nuestras camas como Emily Dickinson hizo con su poesía.

Más de veinte años atrás Adrienne Rich afirmó que los escritores masculinos no escriben para las mujeres, o con un sentido de crítica femenina, cuando escogen materiales, temas y lenguaje. Pero las mujeres escritoras, incluso cuando se supone que ellas están direccionadas hacia mujeres, escriben para hombres; o al menos escriben con la sensación persecutoria de ser escuchadas de casualidad por hombres, y ciertamente con el conocimiento ineludible de ya haber sido definida por las palabras de los hombres.

Pero es agotador tener que ser siempre receptiva, lo que es tan a menudo el rol de la mujer en nuestra sociedad. Y forzó a la antropología feminista a regresar a casa Que las divisiones entre las mujeres podían ser tan fuertes como los lazos que las unen fue una lección de feminismo necesaria y edificante.

Las contribuyentes, mujeres de raíces nativas americanas, afroamericanas, latinoamericanas y asiáticas americanas, escribieron completamente consientes del hecho de que ellas una vez fueron las colonizadas, las informantes nativas, los objetos de la mirada etnográfica, y habían reflexionado acerca de la interrogante de quién tenía el derecho de escribir cultura por ellas.

Cuestionando el concepto a menudo estático, despolitizado, cómodamente-en-algún-otro- lugar de la antropología, ellas retaron a los antropólogos a reconocer la discriminación del racismo, homofobia, sexismo y clasismo en la América a la cual continuamente regresábamos después de buscar nuestras investigaciones en lugares lejanos.

Hacer reverencia a la forma de una vaca sagrada. Nuestro libro tiene múltiples voces, e incluye ensayos biográficos, históricos, y literarios, ficción, autobiografías, teatrales, poesía, historias de vida, trabalenguas, crítica social, anotaciones de trabajo de campo, y textos mezclados de temáticas variadas.

No simplemente citamos el trabajo de las mujeres de color o recitamos el mantra de género, raza y clase y avanzamos con el trabajo académico como es lo usual, haciendo la diferencia con una mano y quitando con la otra Varias son la primera generación de mujeres en sus familias que han recibido educación universitaria y también traen a la antropología un sentido agudo de inquietud para con las jerarquías incrustadas en las instituciones educacionales.

Algunas son lesbianas. Otras han elegido ser esposas pero no madres, o madres pero no esposas. Algunas están con contrato fijo y cómodas pero alejadas de los límites administrativos donde se hace la escritura que importa.

Tres son estudiantes luchando para ser la escritura que importa mientras tratan de obtener un doctorado. Incluso tenemos una voz masculina que es la de un joven estudiante graduado buscando otra posición entre la historia de la meditación de los hombres acerca de las tierras extranjeras y el impacto del despertar feminista.

Nuestras trayectorias individuales son ciertamente tan diversas como nuestras contribuciones a este libro. Si hubiera una sola cosa, un objetivo común que estamos buscando, ese sería una antropología sin exilio.

La antropología en este país tiene la forma de una mujer- Margaret Mead la antropóloga más famosa de nuestro siglo. Como antropólogas, debemos estar orgullosas de esta mujer fuerte y queremos reclamarla, pero en realidad muchas de nosotras estamos humilladas por ella.

Solo de vez en cuando, si ella fuera atacada despiadadamente nos levantaríamos en su defensa. Esto es un desliz interesante. Margaret Mead fue una escritora prolifera quien superó a sus colegas masculinos y usó su lápiz para explorar géneros categorizados desde etnografías a crítica social a autobiografía.

Como Nancy Lutkehaus afirmó en su ensayo en este volumen, entre y Mead publicó más de libros, biografías, artículos y revisiones. Ella también escribió piezas cortas para publicaciones que van desde la revista The Nation hasta la Redbook , a la cual ella contribuyó con una columna mensual.

Mead era una intelectual pública inmersa en los asuntos de su tiempo; apareció frecuentemente en programas de entrevistas televisivas, y cuando Rap on Race fue publicada ella insistió que se mantuviera su forma dialógica la que había surgido en sus conversaciones con James Baldwin.

Edward E. Lamentablemente, Clifford no es el único que falla en reconocer las contribuciones teóricas y literarias de las mujeres a la antropología.

Ni son simplemente hombres en la disciplina quienes son los culpables de pasar por alto el trabajo de las mujeres. Incluso los medios se han unido al debate ofreciendo sombrías visiones de ciencia ficción de un mundo donde los tesoros de la cultura Occidental, perennes empolvados y pasados a través de las generaciones y los siglos, han sido reemplazados por los caprichosos escritos de mujeres negras y escritores étnicos, enseñados por sus intolerantes y radicales partidarios en la academia Un símbolo de la amenaza percibida planteada por las guerras del canon fue la reclamación de los medios que es totalmente falso que libros de Alice Walker ahora son asignados más frecuentemente que Shakespeare en departamentos de inglés Shakespeare está condenado a representar la figura de un inglés racista, sexista y clasista del siglo XVI, mientras Walker pretende personificar una mejor pero aun opresiva América del siglo XX… ¿dónde está este mundo al revés?

de cualquier modo esta no es una pregunta interesante. La pregunta espectacularmente interesante es ¿qué hazaña intelectual tiene que ser alcanzada por el actor o la crítica para borrarme de una sociedad agitada por mi presencia, y qué efecto tiene esa acción en el trabajo?

en las posibilidades redentoras del desplazamiento, del viaje, incluso si, como posteriormente pasa, nuestros viajes solo nos regresan a nuestros pueblos abandonados o a nuestros antiguos colegios

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Modernidades coloniales: otros pasados, historias presentes

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Periódico redactado por señoras, bajo la dirección de Concepción Gimeno de Flaquer, que presentaba materiales de muy diverso orden y expresaba las ideas feministas de su autora. En , apareció, con el mismo nombre de la publicación pionera -aunque elaborada por otras autoras-, Las Hijas del Anáhuac.

Periódico femenil destinado a sostener los intereses, los derechos y las prerrogativas sociales de nuestras compatriotas, la cual después de ocho números, en enero de , tomó el nombre de Violetas del Anáhuac. Periódico literario redactado por señoras, dirigido primero por Laureana Wright de Kleinhans y después por Mateana Murguía.

Laureana Wright escribió múltiples artículos y editoriales y además las obras La emancipación de la mujer por medio del estudio, Educación errónea de la mujer y medios prácticos para corregirla y Mujeres notables mexicanas Otra revista importante, ya en el siglo XX, fue La mujer mexicana.

Revista mensual científico literaria consagrada a la evolución, progreso y perfeccionamiento de la mujer, dirigida por Dolores Correa Zapata y Laura Méndez de Cuenca y bajo la responsabilidad de María Sandoval de Zarco.

La publicación daba cuenta de la organización en de la Sociedad Protectora de la Mujer, organización feminista a la que siguieron otras, como la Sociedad Internacional Femenina Cosmos. En se había formado ya Las Admiradoras de Juárez, cuyos miembros pedían en el derecho al sufragio.

También en la prensa obrera la cuestión femenina estuvo vigente y aparecieron artículos que abordaban el tema de la educación, la maternidad y el papel social de las mujeres.

Para lograrlo y acrecentar la autoestima femenina se puso el acento en la educación laica. Nuestras pioneras exaltaban los valores considerados exclusivamente femeninos, como la dulzura y la abnegación. Aunque parece que se dirigían tan sólo a las integrantes de la clase media -alfabeta-, se parte de la idea de una mujer esencial, de manera que el modelo propuesto se consideraba adaptable para todos los grupos sociales y todas las regiones del país.

Así pues se actúa con manifiesta precaución. En Las Hijas del Anáhuac las autoras usaron seudónimos en náhuatl, como Ilancuéitl o Papantzin. La línea editorial de la revista insistía en la necesidad de la educación como medio para la superación y el cultivo de la inteligencia de la mujer, pero aclaraba con precaución:.

El ser femenino aparecía como algo complejo, aunque las contradicciones no se explicaban: Se dice que la mujer es:. La mujer es un ser nacido para gozar, sin embargo su corazón guarda siempre una historia de amargura: su abnegación toca a lo infinito […] El mundo siempre censura la más sencilla de sus acciones, buscando un motivo para ridiculizarla.

El tema parecía referirse a un misterio similar a los de la fe religiosa o a una injusticia más del mundo natural. En los periódicos obreros aparecían algunos textos sorprendentes.

Concepción Gimeno de Flaquer era una aragonesa que pasó algunos periodos de su vida en México y escribía artículos en los que expresaba sus adelantadas ideas.

Pero, ¿a quién lo demandaba? Sorprende que la idea de la naturaleza femenina tenga un carácter nacional, cuando se supone que ésta es de carácter biológico y no cultural, pero la presentación de las mujeres como estandarte de la nación era una idea común en esos años. Se mencionaban las necesidades femeninas, pero a causa de la cautela el discurso parecía contradecirse a sí mismo y cerrarse a solución posible.

Seguramente tranquilizó a los lectores varones asegurarse que la mujer:. Ciertamente era compleja una situación que requería del cambio sin modificar los roles sociales, en la que se delegaba al victimario la solución, aun en contra de su provecho.

En , en la revista La mujer mexicana se cuestionaba la utilidad y la justicia de la situación de las mujeres en el ámbito privado:.

La mujer antes era relegada sólo a la vida del hogar; abotagadas sus energías, desconocidas sus aptitudes, entregadas desde las prístinas horas del día hasta las sombras de la noche a las faenas domésticas, sin más porvenir que el matrimonio, sin más horizontes que la línea infranqueable de su inutilidad, que más tarde la haría verter amargas lágrimas, cubriendo de negros velos su existencia toda.

Al igual que la publicación que la promovió, esta primera organización feminista no se cuestionó la definición femenina, sino la valoración de su rol social. En estos documentos quedaba evidente la manera en que estos temas medulares fueron planteados en un lenguaje que hoy tildaríamos de cursi, un lenguaje usual en su época que se asocia al refinamiento y que parece poco peligroso.

Probablemente las peticiones de estas mujeres se escucharon menos graves disfrazadas de eufemismos y sutilezas, y el miedo de quienes vislumbraron modificaciones importantes se conjura de manera más eficaz.

Aquí está la mujer, la mujer fuerte Que ha osado levantar su altiva frente Porque se siente grande, omnipotente Porque en su alma ha brotado nueva luz Quiere entrar al santuario del progreso Y en el ara [sic] encender sagrada vea: Que en su espíritu irradia como un sol El amor a la ciencia y al trabajo Que la etapa feliz del adelanto La engrandece haciéndola su igual.

No cabe duda que plantea una cuestión peligrosa que modifica la creación del orden natural de los sexos, aunque a algunas les parezca simplemente parte de la evolución humana:.

Mas este siglo XX en voz heralda Cantará la epopeya y el progreso Del feminismo que en el retroceso Ve un espectro que le inspira horror. Por un lado se plantean grandes cambios, pero la cautela asoma y el tono se suaviza otorgando a los escuchas o lectores la seguridad de que lo fundamental es eterno.

La mujer de este suelo es bondadosa De alto sentir, es fiel, es abnegada; mas debe ser enérgica, ilustrada para mejor cumplir con su misión Misión tan delicada como noble Pues debe ser la madre mexicana En su amor maternal, una espartana Y un ángel de consuelo en el hogar.

Sin embargo, en los hechos, la Sociedad Protectora de la Mujer parecía asumir las diferencias sociales, estableciendo una academia y taller de bordados y de factura de sombreros, para enseñar a señoras y a niños, y dar trabajo a quien lo solicitara, pues -aclaraba- se trataba de proteger a la mujer honrada y laboriosa.

Se insistía ¿como conjuro contra la maledicencia masculina? Hacía notar que, en las casas, la cuna ocupaba un lugar de honor, pues a diferencia de las extranjeras, la maternidad era algo esencial para las mexicanas. La mujer mexicana es púdica en el amor: en sus ojos no brilla la chispa de la voluptuosidad; es pura cual azuzena […] poética cual un rayo de luna.

En su amor no hay nada profano, porque lo santifica todo […] tiene gran pudor en el alma. Gimeno declaró:. Los feministas moderados no pretendemos que la mujer haga las leyes: queremos que inspire á los legisladores la reforma de ellas […] Nosotros no lucharemos por la conquista de los derechos políticos, no proclamaremos la identidad absoluta de los dos sexos: la fórmula de nuestro progreso es la de los feministas prudentes […] La feministas sensatas no quieren masculinizarse: ellas saben bien que la coquetería y la gracia han de vencer al Sansón de todos los tiempos.

Parecía ya un modelo de conducta: se avanzaba dos pasos, se retrocedía uno. Por otro lado, Gimeno consideraba que el tema debía ser solucionado por los varones, pues ellos tenían el poder y sabían vislumbrar un futuro promisorio para la humanidad. Pido a la Unión Ibero-Americana, que prohija todo lo noble, todo patriótico propósito: a los galantes individuos de la Junta Directiva, caballeros del ideal, adoradores de Astrea, su valiosa intervención entre explotadores y explotadas, amparando una Sociedad defensora de los intereses de la mujer que la emancipe de la opresión, teniendo en cuenta que de madres emancipadas nacerán hombres libres y sabrán rebelarse contra la tiranía, proclamando los fueros de la dignidad humana.

Laureana Wright abordó en su ensayo la importancia del linaje, de los nacimientos ilegítimos y de la doble moral y concluyó que en las mujeres hay docilidad, abnegación, sumisión, incluso ignorancia, pero no inferioridad intelectual.

Los hombres fueron presentados como los villanos, victimarios de un ser que parecía inerme. A pesar de las diferencias entre las autoras, en ese periodo la precaución parecía ser un rasgo común. Las acciones y palabras de estas pioneras daban cuenta de que se movían en un terreno estrechamente acotado por la tradición; la precaución de que hacían gala era notable, aunque a menudo sus acusaciones feroces se desdibujaban por la prudencia.

Ellas parecían vigilar la responsabilidad de sus propios actos y eso nos hace suponer una gran confianza en la fuerza de sus voces: sabían que caminaban en terreno minado, pero no dejaron de marchar. Ellas envolvieron en los tules de la disculpa y la sumisión las duras piedras que lanzaban sin conmiseración.

El cuidado de nuestras pioneras fue tan grande que nos hicieron pensar que su verdadero interlocutor eran los varones que detentaban el poder, aunque explícitamente escribían para las mujeres.

Parece claro que estas pioneras hablaban a la elite masculina, la que tomaba las decisiones políticas que podrían incidir en leyes o instituciones para el servicio femenino. Aunque actualmente sus posiciones puedan parecer tibias, resulta fundamental rendir un homenaje a estas pioneras.

Quizá sus demandas causaron risas y sarcasmos. Como una síntesis de las ideas aquí apuntadas, transcribimos el poema que Severa Arióstegui publicó y dedicó a la Sociedad Protectora de la Mujer:.

Mal entiende quien piensa, que el avance de la mujer, llamado feminismo, una monstruosa proporción alcance y hunda el hogar en el abismo que se destruyan los benditos lazos que ligan por deber o por cariño a la familia; y que falten brazos para arrullar o proteger al niño. Que no se crea que la mujer sensata que pretende al Ejército su ingreso ni aspire del poder en las alturas ni reclame un asiento en el Congreso.

Pues no se trata de cambiar el mundo haciendo un ser de condición bastarda Siempre será el capítulo segundo del hombre ¡Y su ángel de la guarda! La Revolución de fue un movimiento militar, político y social fundante del México moderno, en el que las mujeres participaron de una manera evidente, pero también aprovecharon la coyuntura para hacer demandas de género.

Aunque la participación femenina en la guerra fue masiva, las demandas feministas surgidas en el río revuelto de los conflictos no abarcaron a toda la población. Se trató del pensamiento de un grupo precursor y de un antecedente necesario para las mujeres del México actual. Sus demandas fueron importantes porque establecen una serie de líneas claras, tácticas viables y se nombraron problemas medulares, lográndose el acceso a la legislación.

Aunque no todas las organizaciones formadas tenían carácter feminista, importa destacar que muchas veces estas mujeres no expresaban determinadas cosas, aunque sí las actuaban en los hechos, pues al participar del mundo político rompieron los límites establecidos entre las esferas pública y privada.

Los textos escritos, dirigidos a lectores de uno y otro sexo, implicaron también una nueva postura. Si bien sus contenidos daban cuenta de la vigencia del concepto feminista de las pioneras, en general ellas evitaban mencionar el tema de la igualdad o la libertad política, asumiendo en los hechos una ciudadanía que a nivel discursivo y programático no solicitaban ni demandaban.

Su toma de conciencia era por lo mismo contundente, lo que hacía pensar que muchas inquietudes habían marchado por rumbos subterráneos y que sólo ante una coyuntura favorable podían asomar la cabeza. Las mujeres participaban a favor de uno u otro bando en el conflicto y pronto proliferaron los grupos y los clubes.

Hijas del Anáhuac se organizó en en Tizapán y aglutinó aproximadamente a mujeres que simpatizaban con el PLM e hicieron demandas laborales. La participación intelectual también fue clara, pues algunas mujeres participaron en la elaboración de planes políticos.

Se dice que Dolores Jiménez y Muro redactó el Plan Político Social en Por último, en el campo de batalla ellas participaban -en palabras de Carmen Ramos y Ana Lau-, como mujeres y como hombres, es decir, de acuerdo con los roles femeninos como soldaderas, y de acuerdo con los masculinos como soldados.

En el fragor de la guerra civil revolucionaria destacó Hermila Galindo, quien como secretaria del Primer Jefe constitucionalista, Venustiano Carranza, logró influir en su ánimo para que dictara leyes en favor de las mujeres.

Cabe aclarar que una preocupación básica de este jefe revolucionario fue dotar al país de un ordenamiento legal que rigiera la vida posterior al conflicto bélico. Fueron años de fe en la Revolución y en las leyes como instrumento para el cambio. La Ley de Relaciones Familiares de abril de se incorporó a la Constitución, promulgada en febrero del mismo año, y reformó el Código familiar de y de Así se reafirmaron los roles adscritos al mundo público y privado.

En la Constitución la mujer obtuvo la igualdad legal y con ella derechos y deberes como cualquier ciudadano, personalidad jurídica para firmar contratos y llevar sus propios negocios y bienes.

En cuanto a los temas laborales, el Estado estableció la protección en caso de maternidad e igualdad salarial para trabajos similares. La posibilidad del derecho al sufragio no se contempló. En , Hermila Galindo llevó al Congreso una iniciativa para reformar los artículos referentes al voto -el 34 y , sin resultado alguno; para hacer evidente su rebeldía participó en como candidata a diputada en la Ciudad de México.

Ciertamente la suya era una actitud subversiva y atrevida. Hermila Galindo creó junto con Artemisa Sáenz Royo la revista La Mujer Moderna.

Semanario ilustrado, vendida entre y , o sea durante los años más álgidos del conflicto revolucionario. En esta publicación se planteó la reivindicación de la mujer como un asunto de justicia y abiertamente se consideró la necesidad de su entrada en el mundo público y la concesión del derecho al sufragio.

No tenemos una idea precisa de cuántas mujeres leían periódicos o libros, pero sorprende observar que en , en plena Revolución mexicana -tiempo de guerra y de batallas-, algunas publicaciones como Revista de Revistas daban cuenta de los movimientos de mujeres en Asia, Europa y Estados Unidos de América.

Probablemente esta información rendiría algunos frutos. Si la política es la ciencia que tiene por objeto marcar a los pueblos el derrotero que les corresponde en el concierto de las naciones cultas, por medio de leyes y preceptos adecuados a su medio y capacidad, tendientes a conquistar su bienestar por medio del progreso moral y material, no es, ciertamente, racional ni justo que la mujer se abstenga sistemáticamente de tener conocimiento de causa y oponer su veto.

Si la mujer es la compañera del hombre, y su igual, no hay motivo plausible para que lo abandonemos a la hora de decidir la suerte definitiva o temporal de la patria. El atrevimiento era mucho: parecía dar una vuelta de tuerca y ya no era solamente la dignidad de los roles tradicionales lo que se demandaba, sino la entrada al mundo público.

Ante el atrevimiento la cautela llegó a asomarse. En otra nota se adviertía:. Que la mujer mexicana se eleve social y moralmente hasta el grado que cumple su decoro para que se compenetre de la cosa pública, y que ella participe dentro de su capacidad y circunstancias, no implica en modo alguno el propósito de usurpar o invadir los derechos del ciudadano, no concedidos aún a nuestro sexo por las leyes actuales, no, deseamos que la mujer mexicana colabore con su esfuerzo reiterado, su intuición y perseverancia, en pro de las causas nobles y dignas, para ello no necesitamos de ciudadanías, tenemos medio propicio y terreno fecundo: el hogar.

Conseguir por ese avanzado paso, tomar parte activa en el movimiento político, por ser miembro integrante de la patria. Eso es lo que desea, eso es lo que exige en justicia, eso es lo que se nos ha de conceder.

Estas mujeres solicitaban la participación en el mundo público y seguramente se sentían capaces de hacerlo bien, puesto que a lo largo del conflicto revolucionario, en los hechos, participaron de una manera importante.

Es importante distinguir la participación política femenina sin demandas de género de las propiamente feministas -que tenían como propósito incidir en la condición de las mujeres-, y que se recogen y expresan de manera óptima en el Primer Congreso Feminista de Yucatán de Hay noticias de un congreso que lo antecede en Tabasco, en , organizado por su gobernador Francisco Múgica, pero es en Yucatán en cuando se convocó al Primer Congreso Feminista, celebrado en Mérida bajo los auspicios del gobernador Salvador Alvarado, un revolucionario que se consideraba a sí mismo como socialista.

Para Alvarado, las mujeres tenían dos áreas de desarrollo: la familia y el trabajo, y consideraba que ellas debían conocer lo referente a su sexualidad y tener un oficio para poder ganarse la vida. El Congreso se organizó para enero de con el considerando de que era necesario formar generaciones libres y fuertes en que la mujer tuviera un estado jurídico que la enalteciera y pudiera vivir con independencia, pero se planteaba también una situación que parecía novedosa: la importancia de que fuera ella misma quien lo solicitara.

Para esta autora era un problema muy serio que el matrimonio fuera el único espacio considerado lícito y moral para satisfacer la sexualidad femenina y, ante tan compleja situación, propuso una educación adecuada.

Si la mujer […] tuviese una buena dosis de razón sólida y supiese pensar y discurrir justo; si en lugar de ser neurótica y tímida rebosara valor físico y cultivase el músculo y el glóbulo sanguíneo, si poseyese, como quiere Stuart Mill, la ciencia del mundo de los hombres y de las fuerzas de la naturaleza, en vez de ignorar completamente cómo se vive y tener sólo la forma y la etiqueta de lo bello, la mujer sería más dichosa y el hombre más honrado.

En su disertación expresó la tensión existente entre la naturaleza y la cultura, problema clave del pensamiento, y además planteó la proclividad femenina a caer en la charlatanería, para lo cual ella insistía en la necesidad de que la mujer tuviera amplios conocimientos acerca del mundo y de su sexualidad.

Su discurso provocó un escándalo. Ciertamente la postura de Galindo atañía tanto al ámbito público cuanto al privado, y dentro de ese sistema social, pagó su atrevimiento con el escándalo. En el Segundo Congreso Feminista de diciembre de ese mismo año, Galindo se defendió de los ataques recibidos.

Para Galindo era de estricta justicia que las mujeres pudieran ejercer el derecho al sufragio, porque si ellas tenían obligaciones sociales, consideraba que también debían de tener derechos: la mujer pagaba impuestos, ayudaba en gastos a la comunidad, obedecía las leyes, 81 de manera que debía ser tratada como ciudadana.

La autora vislumbró el problema de fondo y lo nombró con claridad:. A los que nos acusan de que queremos salirnos de nuestra esfera, respondemos que nuestra esfera está en el mundo […] La esfera de la mujer está en todas partes porque la mujer representa más de la mitad del género humano y su vida está íntimamente ligada con la otra mitad […] la esfera de la mujer está, por lo tanto donde quiera que esté la del hombre; es decir, en el mundo entero.

Galindo aceptó el argumento de que la mayoría de las mujeres eran vulgares, ignorantes y mediocres, pero replicaba que lo mismo sucedía con la mayoría de los hombres. Aceptó que muchas eran indiferentes a la vida pública, de la misma manera que lo eran muchos varones y propuso que, para evitar sacudidas demasiado bruscas, el derecho al voto se otorgara paulatinamente.

Sin duda esta pionera sorprendía por su claridad de pensamiento y por su lenguaje directo. Laura Orellana hace notar la influencia del positivismo de Comte en Hermila Galindo, del organicismo de Herbert Spencer, del feminismo socialista de August Bebel, del evolucionismo de John Stuart Mill, el darwinismo social y de un sustento de ideas religiosas que se expresan en un vocabulario cargado de referencias bíblicas.

Evidentemente su feminismo dio una vuelta de tuerca en el proceso que aquí atendemos, y la precaución de las pioneras pareció moderarse. Sin embargo los reflujos no se hicieron esperar.

El feminismo de este periodo, pautado por la experiencia límite de una guerra civil, se asumió beligerante y profundizó en la reflexión. Las mujeres empezaron a salir de la abstracción para ser consideradas sujetos sociales con problemas específicos, aunque compartían los relativos a su condición sexual.

El abanico de temas se abrió y se discutieron los más delicados, su tesitura social se destacó y las contradicciones se nombraron, aunque no se resolvían ciertamente. El feminismo no era un edificio terminado, sino en plena construcción.

Después del conflicto revolucionario, el país se reorganizó mediante la institucionalización de la vida política. Se concretaron en gran medida los postulados de justicia social enarbolados por la Revolución y para ello se construyó un aparato estatal muy fuerte.

Sin embargo fue evidente que, a pesar de la participación femenina en el conflicto armado y de los derechos legales ganados y las nuevas demandas, una vez bajada la Revolución del caballo para subir al escritorio, la tradición conservadora se impuso, impregnó todas las áreas y consideró inadecuada la participación de las mujeres en la vida pública.

Sobrevino un reflujo del movimiento feminista, pero en un campo de tensión, porque algunos cambios ya habían sido implementados y muchas ideas modificadas. La tónica general era que ellas debían volver a sus añejas ocupaciones domésticas, aunque en algunos estados se daban leyes y discusiones para su emancipación: en , en San Luis Potosí, el gobernador Rafael Nieto dictó una ley para que las mujeres pudieran votar y ser votadas; en Yucatán ocurrió lo propio en Rosa Torres ocupó un cargo de elección popular en el municipio de Mérida, y en Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche y Raquel Dzib fueron candidatas a la legislatura local.

En , en Chiapas, las mujeres participaron en las elecciones. A pesar de estos logros, la tónica general era muy conservadora. La prensa diaria y los discursos oficiales daban cuenta de la obsesión por recuperar el orden y resguardar el añejo papel de la mujer como ángel del hogar.

Sin embargo, la mecha se había prendido y no era posible detener el fuego: los años veinte y treinta conformaron un periodo de constitución de grupos y de definición de problemas. Se formaron organizaciones, se rindieron informes y se publicaron artículos de prensa y ensayos en libros o folletos.

Las feministas eran beligerantes pero continuaron siendo cautas: sabían bien que caminaban sobre terreno peligroso. Ya no se trataba de abrir brecha, ahora ellas marchaban, pero sus interlocutores ya estaban alertas: el feminismo ya no era una amenaza vaga, sino un riesgo preciso.

La preocupación por la educación siguió siendo una constante, agregándose el tema del trabajo. La influencia del pensamiento marxista apareció en esta época.

Fueron años en los que el acceso femenino al mundo laboral del auge porfirista disminuyó. Mary Kay Vaughan señala que entre y la mano de obra industrial femenina disminuyó de 26 a El porcentaje de ellas sin actividad productiva también aumentó de 31 a 34 por ciento en el mismo periodo, 86 lo que habla de menores opciones de independencia económica y, por ende, de agudización de las contradicciones sociales.

En estos años se organizaron algunas reuniones fundamentales, como el Congreso de la Liga Panamericana para la Elevación de la Mujer , el Congreso de Mujeres de La Raza, organizado por la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas , y el primero, segundo y tercero congresos Nacional de Mujeres Obreras y Campesinas , y , respectivamente.

También hubieron dos congresos sobre prostitución que sesionaron en forma paralela durante , en el que se ventilaron diferentes situaciones sobre el problema.

Esto daba cuenta de la conciencia respecto a los problemas específicos de las mujeres de grupos populares; el tema fue ampliamente discutido entre las feministas de clase media y alta, y sugería que la abstracción de las pioneras se superaba. También fueron años en los que algunas mujeres intelectuales rompieron los esquemas de la tradición y participaron en el agitado mundo de la elite cultural.

Cabe apuntar que José Vasconcelos, en su calidad de titular de la Secretaría de Educación Pública, les asignó un lugar destacado en los discursos y en los hechos entre y Las mujeres ingresaron en mayor número a la universidad 88 y participaron en otros frentes de lucha, como en el Sindicato de Inquilinos o en la rebelión cristera.

Desbordaron sus estrechos límites y hasta las nuevas modas -de faldas y cabellos cortos- y la práctica del deporte rompieron esquemas y se convirtieron en un símbolo del cambio.

El Código Civil de se incluyó en la Ley de Relaciones Familiares, pero no modificó sustancialmente las cosas: las tareas domésticas y el cuidado de los hijos se mantuvieron como una obligación de las mujeres y ellas requerían permiso del marido para trabajar.

Más allá del trecho que existía entre la legislación y las prácticas de vida, estos cambios fueron importantes. El derecho al sufragio se convirtió en uno de los puntales de la nueva lucha. A pesar de carecer de derechos políticos, las mujeres podían ocupar cargos públicos, y las luchadoras de estos años se presentaron como candidatas a puestos de elección popular e hicieron campañas políticas, aun cuando su triunfo no fuera reconocido.

En Yucatán, durante el periodo de gobierno de Felipe Carrillo Puerto , los debates y reformas que ya habían sido introducidos por el gobierno de Alvarado se intensificaron.

Elvia Carrillo Puerto organizó ligas femeniles entre y para luchar contra la drogadicción, el alcoholismo y la prostitución; se promovió la alfabetización, la higiene y el control natal y se cuestionaron las condiciones del divorcio para las mujeres.

El feminismo yucateco se radicalizó por esos años y sólo perdió fuerza cuando Felipe Carrillo Puerto fue asesinado, en En el ámbito nacional muchas mujeres se organizaron y el feminismo se definió cada vez con más precisión y más radicalismo, además de abarcar a sectores más amplios de la población.

Un aspecto importante de este periodo fue la relación directa con grupos extranjeros y la asistencia a congresos y reuniones internacionales, lo que permitió a las mexicanas comparar su situación con la de mujeres de otros países, y si bien se asombraron de los derechos obtenidos por algunas, también tomaron nota de los avances feministas en culturas consideradas tradicionalistas.

Elena Torres, feminista fogueada en Yucatán 94 y Refugio García, secretaria general del FUPDM una década después, entre otras, fundaron en el Consejo Feminista Mexicano que enarboló demandas de índole social, económica y política. Sus ideas se desarrollaron a lo largo de los años veinte y publicaron la revista La Mujer, editada por Julia Nava de Ruisánchez.

Otra organización importante fue la Sección Mexicana de la Unión de Mujeres Americanas, dirigida por Margarita Robles de Mendoza, que se orientó básicamente a la demanda del derecho al sufragio y estuvo ligada al PNR.

Existían ciertamente diferencias entre los grupos y las personas, pero también había elementos comunes y poco a poco mujeres organizadas se vincularon para realizar una lucha conjunta.

En Elena Torres, Eulalia Guzmán, Luz Vera y Julia Nava de Ruisánchez, entre otras, asistieron a la Conferencia Panamericana de Mujeres en Baltimore, Estados Unidos, en donde se expresó una gran confianza en el poder de las leyes para modificar la condición femenina.

Se conformó entonces la rama mexicana de la Liga Panamericana para la Elevación de la Mujer y en mayo de se realizó el Primer Congreso Feminista de la Liga Panamericana de Mujeres o Primera Convención Nacional de Mujeres, como lo llamaron en la prensa.

Las congresistas discutieron temas diversos y solicitaron la reflexión acerca de la socialización del trabajo doméstico, la creación de guarderías y de comedores para trabajadoras, las cooperativas de consumo, entre otras cuestiones.

Las yucatecas, como Elvia Carrillo Puerto, contribuyeron a radicalizar los debates al proponer la discusión del amor libre y del control natal, 95 lo que según la prensa produjo muchos conflictos y discusiones entre las participantes.

En este congreso se propuso una solución socializada a la tradicional función femenina de educación y cuidado de los niños. Las congresistas pretendían que los servicios de beneficencia fueran ejercicio exclusivo para ellas, de manera similar al servicio militar para los varones, y además pedían igualdad de derechos políticos para hombres y mujeres.

La prensa, haya sido en tono serio o satírico, se ensañó con las congresistas. El supuesto periodista interrogaba a una líder yucateca:. Boshito, ¿cómo le va? También se dieron críticas desde la solemnidad, como la de Francisco M.

Sin embargo la voluntad de las feministas era fuerte y publicaron revistas de avanzada, entre las que destacaba Mujer. Periódico independiente, con el subtítulo Para la elevación moral e intelectual de la mujer, que tuvo como propietaria a María Ríos Cárdenas.

Mujer se editó entre y En su primer número, del 12 de diciembre de , declaró su simpatía por Alejandra Kolontai, ministra plenipotenciaria de la URSS en México y destacada feminista, quien seguramente influyó con sus ideas en el feminismo mexicano de esos años.

Es claro que la publicación sólo la recibía un grupo urbano y alfabetizado, es decir, perteneciente a una elite. Es claro que se iban precisando y problematizando los temas en los que se articulaba la opresión, a pesar de las contradicciones y posturas diversas entre las integrantes.

En , y se reunieron tres congresos para discutir los problemas de las obreras y campesinas, tratándose temas variados: la previsión social, los derechos políticos, peticiones laborales de índole diversa, propuestas para una nueva educación. En esta forma raquítica surge la mujer a la palestra cívica.

Incapaz de declararse superior al hombre y mucho menos deseosa de nulificarlo. El feminismo mexicano se levanta, no con las cortantes aristas del norteamericano, no con el deseo de hacer imperar una secta, porque somos liberales, no con la visión de abandonar el hogar, porque la historia de la mujer mexicana como señora de su casa no permite tal suposición.

El feminismo de hoy, en México, lo llevan a cabo las mujeres soñadoras de lo infinito […] Pierdan cuidado los hombres que ya emancipadas las mujeres, seguiremos siendo grito de amor, culto bellísimo, emoción que inspira las dolientes serenatas.

Las mujeres mexicanas con derechos políticos y civiles, seguiremos desbordando toda nuestra alegría y todo nuestro dolor en el alma de los hombres. Aun en los congresos dirigidos a los sectores marginados, las feministas se cuidaban las espaldas.

Evidentemente la suspicacia que provocaban era mayúscula. La aspiración a la ciudadanía plena cobró fuerza en esos años y el derecho al sufragio se consideró el punto medular. Se consideraba que sin ese logro la condición femenina no podía mejorar; los argumentos de sus detractores giraban en torno a la escasa preparación que ellas tenían y, como era ya tradicional en México, eran ellas mismas quienes se encargaban de subsanar las suspicacias, de adelantarse a los argumentos del orden dominante y tratar de conjurarlos.

Las mexicanas -lo hemos visto- han demostrado un cuidado extremo de esta situación y en estos años recobraban su uso. Margarita Robles de Mendoza estableció en la diferencia que existía entre ser sufragista y feminista. Ella argumentaba que los hombres a menudo no entendían de qué se trataba y que algunas mujeres declaraban no ser feministas cuando sí lo eran.

Definió el término de la siguiente manera:. Feminismo es el nombre que se da al movimiento moderno tendiente a defender los derechos personales de la mujer, igualmente los económicos, sociales y políticos […] El feminismo pretende hacer que la personalidad de la mujer sea respetada, que se la trate como ser humano y como a adulto consciente, no pretende atropellar, sino compartir, participar y cooperar.

Es claro que se trataba de abrir el mundo público para las mujeres, pero la ya tradicional aclaración no se hizo esperar:.

El feminismo no arranca a la mujer del hogar […] Sabemos de sobra que somos diferentes de los hombres […] antes bien, pretende dárselo a la que no lo tiene y acondicionarla para ser la artífice creadora de ese santuario.

Por hogar, naturalmente, se entiende […] el recinto dentro del cual, como en un santuario, se encierren los afectos más puros, en donde impere la unificación de anhelos altos y el afán de cooperación de los miembros de la familia.

Para Margarita Robles de Mendoza el hogar era un santuario y valoraba el papel de las mujeres en él. En todos los grupos se exigía respeto para las mujeres pero no se cuestionan los ámbitos y los roles socialmente asignados. La pretensión era que la diferencia se jerarquizara de forma igualitaria, aun cuando, o precisamente porque los hombres y las mujeres ejercían funciones diferentes, pero todas ellas necesarias.

Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas el ideal de justicia social de la Revolución mexicana encontró un laboratorio para su ejercicio. El primer magistrado apoyó la lucha de las mujeres y los afanes previos se concretaron alrededor del Frente Único Pro Derechos de la Mujer FUPDM , que aglutinó en su mejor momento a organizaciones femeninas y feministas de diversa índole y consiguió sumar entre sus filas a más de 50 mil mujeres de muy diversas posiciones.

Al interior del primero se consideraba, grosso modo, que la cuestión de las mujeres tenían un sentido propio, que debía tratarse en forma particular mientras que las comunistas pensaban que la condición femenina era una consecuencia de la desigualdad social, de manera que sus afanes deberían subordinarse a esa lucha primordial.

La humanidad se compone de dos seres diferentes entre sí que son mujer y hombre. Cada uno tiene un funcionamiento biológico diferente y a partir de tal diferencia debe organizarse su vida, pues tan absurdo y monstruoso sería sujetar al hombre a vivir como mujer, que a ésta a vivir como hombre.

La diferencia biológica no implicaba inferioridad. Michel no asimilaba el problema de la mujer al de su clase social, aunque lo consideraba importante.

Su planteamiento puso el dedo en la llaga al considerar que la diferencia de orden biológico, tan mencionada en el feminismo mexicano, no excluía la igualdad social, que era de justicia. Al interior del Frente hubieron grupos con condiciones, ideas religiosas o clase social diversa, de manera que observaban la realidad desde atalayas plurales, pero estaban conscientes de que enfrentaban una lucha común, y el tema que las aglutinaba era la demanda por el derecho al sufragio.

El FUPDM significó un paso fundamental de la teoría a la militancia, de la reivindicación de la mujer abstracta, que enarbolaban las pioneras, a demandas concretas, necesarias para mujeres insertas en un contexto dado.

De esta manera sintetizó los esfuerzos de los años previos. Aparentemente el presidente Cárdenas estaba dispuesto a otorgar el derecho al sufragio a las mujeres.

Recibió muchas cartas de agradecimiento de las feministas, entre otras una de Margarita Robles de Mendoza:. Este será también el día en que su gobierno se cubra de gloria, porque será cuando nuestro pueblo demuestre al mundo su fe y su creencia en el juicio de las madres mexicanas.

Otros […] escribieron versos hermosos para las madres de México; usted, señor Presidente escribe la página más elocuente, el poema más bello, el canto más completo, porque escribe un capítulo de su justicia.

Sin embargo, eran felicitaciones adelantadas: el decreto no salió publicado en el Diario Oficial. Durante este beligerante periodo, se redactaron textos que daban cuenta de la dureza de la lucha y de la ya conocida precaución. Aunque en forma menos manifiesta, la cautela seguía vigente y daba cuenta tanto de la crítica recibida cuanto de la conciencia sobre la gravedad de sus demandas.

Dolores Hedúan de Rueda, representante del Departamento Feminista de la Unión de Revolucionarios Agraristas del Sur URAS , analizaba el tema del sufragio y se preguntaba si acaso el sufragio femenino amenazaba la tranquilidad familiar.

Sin lugar a dudas el ambiente general era de reticencia, pues de no ser el caso, ¿para qué la explicación? En la lucha por el derecho al sufragio se estrelló en el fracaso, y frente a la inminencia de la segunda guerra mundial el feminismo mexicano decayó.

Los nombres de Amalia Caballero de Castillo Ledón y Margarita Robles de Mendoza dan algunas luces sobre este periodo oscuro y difícil en el que se insistía en la prudencia.

Sería necesario esperar a los años setenta para un renacimiento del movimiento. Seguramente se trataba de ambas cosas: Las mujeres construyen su conciencia, al igual que los varones, a partir de un acervo dado de información, de la cultura de la que abrevan y con la que comparten los valores.

Incluir nuevas perspectivas para comprender los problemas sociales implica rupturas y dolores y, por ende, reclama cuidado y paciencia. Todo esto lo tuvieron nuestras pioneras. Más allá de sus límites, ellas lograron establecer las bases posibles de la lucha en esos sus años. La historia del feminismo mexicano ha sido muy ardua, como lo ha sido también en otros países.

En el periodo aquí tratado el movimiento nació, se consolidó y se volvió complejo. Es importante el rescate de su proceso, porque hace más de un siglo que la cuestión ha estado presente en el debate por la nación, así sea de una manera marginal.

Más allá de lo ingenuas que pudieran parecer algunas de las discusiones que fatigaban a nuestras abuelas, se impone entender que ellas enfrentaban resistencias muy fuertes y que su prudencia ayudó a cambiar la mentalidad tanto de los hombres como el de ellas mismas. Su notable labor construyó el piso sobre el que actúan las feministas del México de hoy.

La conciencia femenina de las pioneras, su conciencia de la diferencia y aceptación de los roles sexuales asignados, sentó las bases para el feminismo que quería cambiar las cosas, pero se mantuvo como una de sus partes constitutivas, demostrando, como plantea Temma Kaplan, que este elemento es muy importante porque politiza la vida cotidiana, pero además, cabe agregar, porque propicia la reflexión.

La conciencia femenina puesta como estandarte de la lucha feminista, la prudencia como táctica en ese ambiente espinoso, permitió avanzar, aunque fuera lentamente, a nuestras abuelas.

Su lucha nos hace ver los vínculos y las tensiones que existen entre la conciencia femenina y la feminista, el proceso de continuidad entre ambas. Fuera por convicción o por táctica, estas mujeres vincularon su resistencia con la demanda para cambiar sus condiciones de vida, supieron llevar las inquietudes de orden privado a la arena de la discusión pública y discutir sus labores, tanto productivas como reproductivas.

Actualmente destacamos la importancia de la cultura más que de la biología en la construcción del género, y nuestra lucha pretende modificar las estructuras sociales. Las feministas de hoy se permiten construir sus acciones a partir de demandas propias y no tanto como una reacción al orden establecido, sin expresar justificaciones o advertencias a los varones, se demanda la equidad sin renunciar a la diferencia y se argumentan matices teóricos fundamentales para la discusión.

La manera de incidir ya no es solamente aprovechando coyunturas favorables, y hasta cabe preguntarse si debemos hablar de una estrategia de género más que de una táctica de lucha, de acuerdo con las categorías de De Certau.

Sin embargo, sin las luchas de nuestras antecesoras, ninguno de los logros que hoy parecen haber estado ahí desde siempre hubiera sido posible. Acevedo, Marta, El Diez de Mayo, México, SEP-Cultura Memoria y olvido, Imágenes de México, 7 , Arrom, Silvia M.

X, núm. II, México, UNAM, La tasa metabólica de un cuerpo está determinada por la rapidez o lentitud con la que convierte las calorías en energía.

Para perder peso, el cuerpo debe gastar más energía que las calorías consumidas. El ejercicio aeróbico es la forma más eficaz de quemar calorías, pero el entrenamiento de fuerza también es importante, dicen los expertos.

Esto se debe a que el músculo quema más calorías que la grasa, tanto en reposo como durante el ejercicio. Investigaciones anteriores, llevadas a cabo con grupos más grandes de personas durante periodos de tiempo más largos, han descubierto que las personas que consumen el mayor número de calorías por la mañana sí pierden peso.

Es posible que ocho semanas no hayan sido suficientes para que la pérdida de peso se observe en la nueva investigación, según los autores del estudio, o que otros estudios no hayan medido la composición corporal y el gasto energético de la misma manera.

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By Brakree

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